sábado, 31 de diciembre de 2016

El Libro


El suceso que voy a relatar a continuación tuvo lugar en diciembre de 1986. Yo aún estaba estudiando en la Universidad de Barcelona y vivía en un piso alquilado. Caminaba tranquilamente una tarde en la que había muchísima gente en la calle. Estaban haciendo sus últimas compras, pues la Navidad estaba a la vuelta de la esquina.


Aquel día yo estaba dando un paseo para despejarme la cabeza tras un ardua sesión de estudio. La gente iba feliz y llena de ilusión. Hacía frío, pero no parecía afectar a nadie.


Después de una media hora, llegué a una pequeña plaza en la que habían puesto un mercado de libros de segunda mano. Yo, en aquella época, leía con avidez. Pero desde entonces miro los libros con recelo.


Me paseé por los puestos y vi libros de algunos de mis autores favoritos: Borges, Wilde, Stevenson… Entonces llegué a un puesto repleto de libros extraños. No conocía ningún título y algunos de ellos estaban escritos en lenguas extranjeras y con caracteres que no había visto nunca.  La dueña del puesto estaba leyendo uno de ellos. Era una mujer muy mayor e iba vestida con chales, bufandas y creo que tenía más de una manta encima. El pelo grisáceo le caía por los hombros.


En ese momento llamó mi atención un libro sin título. Lo abrí pero las palabras comenzaban directamente en la primera página, ni siquiera ponía el nombre del autor. Lo hojeé y me fijé en que no tenía capítulos y que las páginas no estaban numeradas. No sé por qué, sentí la necesidad de leerlo. De alguna manera el libro me atraía muchísimo, por lo que decidí comprármelo.  La señora del puesto me miró con una expresión que no supe descifrar pero que me causó incomodidad en aquel momento.


Me llevé el libro a casa y allí lo miré más detenidamente. Era un libro muy viejo, de eso no cabía duda. Las tapas eran marrones y duras, y las hojas estaban amarillentas por el tiempo.Comencé la lectura.


El libro me absorbió completamente. Por su culpa ya casi ni salía de casa. Me sentía más a gusto con él que con personas. Pronto dejé de ir a la universidad. Apenas comía ni dormía. Empecé a consumirme lentamente. Tiré el libro a la basura varias veces, pero enseguida corría a recogerlo pues me corroía la culpa. Había perdido la cabeza completamente, y para cuando me di cuenta ya era tarde. Tampoco tuve fuerzas para quemarlo o romperlo.


Lo peor de todo era que aquel libro nunca acababa. Viendo su grosor cualquiera habría dicho que no tenía más de doscientas páginas. Pero según avanzaba, parecía que le iban saliendo más y más hojas. Además no podía saber por cual iba porque no tenían número. Decidí que lo único que podía hacer era devolverlo.


Miré el calendario, no sabía ni en qué día vivía, y vi que noviembre estaba apunto de terminar. Abrirían el mercado la semana siguiente. No sé de donde saqué las fuerzas , pero cuando llegó el día me vestí y salí a deshacerme de aquel libro. Fui casi corriendo a la plaza y busqué el puesto, pero no lo encontraba a pesar de que di mil y un vueltas.


El libro comenzó a quemarme en las manos. Finalmente, lo dejé en un puesto cualquiera y me fui sin mirar atrás. No volví a verlo ni a saber de él.Ni siquiera puedo recordar de qué trataba la historia. He intentado recordarla pero no he podido. Y todas las personas a las que he preguntado no han sabido decirme nada.


Han pasado los años y desde entonces me asola la inseguridad cada vez que comienzo una nueva lectura. Con el tiempo he empezado a sentir nostalgia de aquél libro, pues ninguna otra historia ha conseguido hacerme sentir jamás como lo hizo aquel libro. Definitivamente, estaba escrito por el mismísimo diablo.


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